Algunos apuntes a partir de datos del INTA y del ProHuerta para aquellos que se animen a producir sus propios alimentos. Un legado, una salida psicológica y económica.
Quien haya hecho su huerta alguna vez, no se olvidará jamás de cuando convidó a algún amigo, familiar o vecino alguna de esas producciones o cuando, con orgullo, dijo: “Lo hice con la producción propia“. Por eso, si bien para los más técnicos y profesionales la huerta comenzó en julio, la primavera trae temperaturas más benévolas y ganas de visitar el fondo de la casa para ver si sacamos los yuyos y volvemos a poner alguna que otra producción. Y ojo, no es algo meramente romántico y frugal, también tiene que ver con el bolsillo, porque una buena producción permite reducir costos de verdulería, cada día más onerosos.
“La huerta cobra importancia ya que se presenta como una posibilidad de mejorar ambientes urbanos y periurbanos, de forestar, de trabajar colectivamente entre familias, asociarse de manera de generar trabajo genuino y también disminuir el costo de la canasta familiar a través de la autoproducción de alimentos y contribuir de esta forma con la soberanía alimentaria y el desarrollo local”, dicen desde el INTA en un informe reciente.
“Cuando hablamos de soberanía alimentaria en este extremo del país, hacemos referencia a la posibilidad de poner en la mesa frutas y hortalizas frescas y de calidad, que no perdieron sus cualidades nutritivas durante su transporte desde los centros hortícolas nacionales”, explica Susana Aressi, referente del programa ProHuerta del INTA Río Grande, Tierra del Fuego. Y justificó: “Por eso fomentamos la huerta a cielo abierto que favorece no sólo el agroecosistema, sino también la apropiación y arraigo; antiguos pobladores se abastecían con vegetales a través de la producción a cielo abierto a pesar de las bajas temperaturas”.
Lo primero es el preparado del sustrato, el suelo, que debe estar lo más aireado posible para que las raíces exploren en busca de agua y nutrientes. En nuestra región se dan bien especies como ajo, frutilla (se siembra de septiembre a diciembre, resiste las heladas, no tolera la sombra y se cosecha de octubre a abril); espinaca (siembra de septiembre a diciembre, resistente a heladas y se puede producir al aire libre o bajo cubierta. Se cosecha de octubre a abril); acelga (de agosto a marzo, se cosecha a partir de que tenga 5-6 hojas); lechuga ( siembra en septiembre, resiste heladas, aire libre o cubierta, se puede cosechar de octubre a febrero).
También funciona bien el perejil (que se siembra de septiembre a marzo, resiste heladas y se cosechan hojas tiernas a 5 cm. del suelo); remolacha (se siembra en noviembre, resiste heladas y soporta producción al aire libre; se podrá cosechar de diciembre a enero); zanahoria (se siembra en noviembre y se podrá cosechar de enero a febrero); cebolla de verdeo (se siembra en septiembre, tolera el aire libre y se puede cosechar en enero y febrero); puerro (se siembra en septiembre, tolera aire libre y bajo cubierta y se cosecha en enero y febrero, antes de la floración).
Repollo, haba, radicheta, rúcula, arveja, papa, albahaca, tomate, pimiento, zapallito, pepino, apio, brócoli y coliflor son algunas de las otras producciones de huerto que se pueden sembrar en la región, según el ProHuerta.
“A partir de noviembre la velocidad del viento aumenta significativamente, lo que incrementa, además, el consumo de agua y la necesidad de las especies de ser protegidas por un cortaviento natural o artificial”, remarcó Rodolfo Christiansen, especialista del INTA Río Turbio. Y agregó que es conveniente ordenar las habas y arvejas en la parte perimetral de la huerta, ya que toman altura y protegen los cultivos de menor porte.
Además, en la zona no se registran periodos libres de heladas, por lo que los especialistas recomiendan cultivar las especies de hojas bajo cubierta, donde su producción se extiende hasta mayo o en sectores protegidos. Asimismo, las crucíferas como repollo, brócoli, coliflor y repollitos de bruselas son altamente tolerantes al frío, por lo que brindan buenos rendimientos en la región.
La papa es altamente buscada en la región por quienes cuentan con una superficie extensa. Con buen manejo, permite obtener buenos rindes a nivel de economía familiar y en la dieta; requiere riego adecuado y ubicación contigua a invernaderos o tras las cortinas, en sitios con buena insolación.
En lo que respecta a frutas frescas, la frutilla es una opción que, protegida bajo cubierta, permite alcanzar producciones sostenidas desde noviembre hasta abril. Asimismo, las frambuesas pueden complementar la huerta, ya que destacan por sus altos niveles de vitaminas necesarias para el desarrollo corporal.
“Desde el INTA promueven las prácticas de compostaje de residuos domiciliarios y lombricompostaje, algo que se puede hacer todo el año y reduce drásticamente los volúmenes de desechos orgánicos que se pueden volver a convertir en tierra”.
Y en el caso de existir la posibilidad, los especialistas invitan a integrar el trabajo de la huerta con la granja; “se pueden aprovechar los residuos de esta última vía compostaje, estabilizar el producto y con lombrices rojas lograr un abono adecuado”.
Esta técnica, además de mejorar las condiciones físicas y químicas del suelo, corregir la acidez y aportar macro y micro nutrientes, mejora los niveles de retención de agua.
Apuntes de una especialista
Meses atrás citábamos en este mismo espacio la historia de Abby Goodall, productora-huertera que lleva un legado de siete generaciones de huerteros en Tierra del Fuego y que expuso algunas claves para el armado del espacio. “Un tema importante en la planificación es determinar el largo y el ancho. Recomiendan que sea entre 80 y 100 centímetros, para trabajar sin exigir la columna vertebral”, dijo Goodall.
“En esta zona andan muy bien las brassicas: repollo, coliflor, broccoli, nabo… ¡El kale anda re bien! Tengo plantas que ya tienen unos 5 años y siguen produciendo invierno y verano”, compartió Abby una vez consultada sobre qué se puede producir en estas zonas con mucho frío. Y agregó: “En invierno todo muere o se duerme, pero el kale y los nabos siguen vivos y los podemos seguir cosechando”.
Por todo lo dicho, es momento de ponerse a trabajar. ¡Manos a la tierra! Y a lograr una buena producción para después llevar con orgullo a la mesa los alimentos producidos por nosotros.
Juan Martínez Dodda para La Opinión Austral
¡Qué maravilla ver cómo ProHuerta nos invita a plantar perejil a 5 cm del suelo en Tierra del Fuego! Me encanta la idea de que las habas y arvejas nos protejan del viento con sus alturas… supongo que los pimientos y zapallitos tendrán que esquivarlos. Y qué alegría saber que la papa da buenos rindes para la economía familiar… si es que no se nos come antes a los pobres huertos. Buenas ideas todas, pero me quedo con el truco del compostaje para que mis restos de pizza no se hagan añicos. ¡Viva la huerta y viva la lucha contra la basura!màn hình đếm ngược thời gian