Por estas horas el Gobierno evalúa una estrategia sin desdoblar elecciones y con los municipios traccionando. El punto es Pablo Grasso, un candidato consolidado a fuerza de una buena gestión en la capital. ¿Se viene la tercera para Alicia Kirchner?

¿Desdoblar o no desdoblar? Esa es la cuestión. Al menos en lo inmediato. Quien diga hoy que conoce la estrategia del Gobierno probablemente falte a la verdad, simplemente porque no está definida. El boceto de aquello que va a resultar en la oferta electoral del oficialismo comenzó a delinearse con los intendentes que esta semana comenzaron a tener audiencias con Alicia Kirchner.

La posibilidad de que en la centralidad de esa idea, todavía sin gancho, esté el que vayan “todos juntos”, es decir, sin desdoblar el calendario electoral, pero sobre todas las cosas con un solo candidato, es la que más circula por despachos y pasillos.

Pero, ¿quién sería ese candidato? En realidad hablamos de candidata y sería Alicia. La gobernadora, que mantiene la decisión sobre su futuro político en el mayor de los secretos, que deliberadamente dijo que hacerlo así era conveniente y que en su discurso inaugural del periodo de sesiones ordinarias de la Legislatura no dejó una una sola línea librada a una interpretación que hablase de despedida.

De ser así, la idea es ir en una única elección para que los intendentes traccionen de abajo hacia arriba, como se dice. Sin embargo, esta hipótesis tiene una fisura y es que Pablo Grasso también es candidato a gobernador.

Quienes lo conocen dicen que hasta hace tres meses, el jefe comunal de la capital baraja la posibilidad de bajarse ante una eventual candidatura de Kirchner, pero transcurrido el tiempo, con una gestión consolidada y el envión de la celebración del aniversario de la ciudad, que lo llevó a mostrar gestión en el resto de las localidades y a sumar adhesiones de distintas agrupaciones, su imagen se vio fortalecida y hoy tiene con qué pararse de manos y exigir una red de contención para el salto.

El oficialismo pensaría en una estrategia que tiene poco que ver con la Ley de Lemas.

Grasso tiene que elegir una cosa o la otra”, le dijo a esta periodista una fuente de Casa de Gobierno. O es candidato a gobernador o lo es a intendente. En el círculo chiquito del jefe municipal la respuesta es “no”.

Hay tiempo.

Ya en 2019, la elección se desdobló a pedido de Javier Belloni, que jugó para gobernador, aportando un caudal interesante de votos a Alicia Kirchner, y para intendente de El Calafate, logrando retener el municipio por cuarta vez. Belloni es uno de los que todavía no participó de las audiencias en clave electoral que propuso la gobernadora, como sí lo hicieron Grasso, Fernando Cotillo (Caleta Olivia), Darío Menna (Río Turbio), Mauro Casarini (Perito Moreno) y la comisionada de fomento de Lago Posadas, Mónica Sánchez.

Por lo demás, la idea de fijar fechas distintas para la votación tampoco resulta atractiva en casi la totalidad de los municipios, con elecciones para quienes jueguen como candidatos a diputados por el pueblo o intendente. Esto por el componente económico que implica operativamente esa votación: impresión de boletas y logística, pero también porque quedó demostrado que esas campañas se dan muchas veces en soledad.

En el oficialismo también entienden que deberían ir en un único acto porque, a juzgar por el mapa provincial, las votaciones en los municipios se avizoran sin demasiados contratiempos. Hoy sólo dos localidades están en manos de la alianza neoliberal Cambiemos: Puerto San Julián, gobernada por Daniel Gardonio, y Las Heras, bajo la gestión de José María Carambia. La preocupación, en todo caso, es que el partido SER, de Claudio Vidal, haga una elección que lo lleve a ganar terreno. Hoy solamente 28 de Noviembre está bajo su sello.

La situación de Vidal, que en 2021 logró una banca en la Cámara Baja, es extraña. De extracción sindical activa con la representación de los petroleros de base, votó más de una vez junto a la derecha y fue uno de los pocos que no dijo nada sobre el intento de asesinato a la vicepresidenta Cristina Fernández. Incluso su diatriba violenta en contra del Gobierno de Santa Cruz le valió una invitación pública por parte de Cambia Santa Cruz a integrar esas filas.

Más allá del coqueteo con la oposición que no descarta incluirlo en su frente, la figura de Vidal sigue siendo, para muchos y muchas dentro del gobierno kirchnerista, la de un dirigente peronista. “Pretenderá ir por la ancha avenida del medio como pretende algún sector de la política, pero hasta ahora jamás se quebró”, insisten y aunque suene parecido a fingir demencia, el diputado habrá faltado prácticamente a la mitad de las sesiones, pero votó la mayoría de las veces con el Frente de Todos.

Fuentes consultadas por esta periodista en el espacio del senador Eduardo Costa dijeron que no descartan que el gobierno pueda dar de baja la Ley de Lemas si, por caso, logran un acuerdo con Vidal. La teoría tiene sentido, pero lo que le falta es tiempo.

Ya no hay.

“Manténgase juntos… En 2019, con Alicia con Javier (Belloni) y con Claudio (Vidal), se obtuvo una gran victoria en la provincia (…) Tenemos Ley de Lemas para competir, así que lo más importante es que lo que le ofrezcamos a la sociedad, más allá de de los votos, sea siempre para poder ser mejor que un compañero o una compañera, no para tratar de destruirlo”, dijo el diputado Máximo Kirchner durante su participación en la presentación de un libro en el histórico comando de su padre, en la avenida riogalleguense que lleva su nombre. Fue ahí donde también puso en valor a la gobernadora por haberle dado “tanta centralidad” a Santa Cruz que “un candidato vino a lanzarse acá”, en referencia a Horacio Rodríguez Larreta, quien grabó su confuso spot desde la pingüinera.

En cierto punto, si el oficialismo santacruceño juega con una sola figura estaría apelando a una suerte de épica que subvierta el orden de las cosas en la cancha nacional, una con demasiada opacidad todavía. Nadie hasta acá: con la vicepresidenta víctima de intento de asesinato y condenada, abandona la idea de que pueda ser candidata. Y aunque la ruptura de la proscripción por la fuerza popular construya sentido, uno simbólico, que sirva de escudo ante una confirmación de sentencia en medio de la campaña, el tema cayó en la peor de las trampas imaginables: la interna oficialista.

Por que, vamos, una cosa es con la mujer que mejor sintetiza el peronismo y las aspiraciones de las mayorías en la boleta y otra que no esté.

Por eso también esta hora crítica, con un contexto democrático regresivo, demanda que la propuesta electoral discuta cómo devolver la esperanza y la confianza. Hay insatisfacción. Sí, en las legislativas se vota distinto, se depositan otros reclamos en la urna y otras expectativas en la tarea parlamentaria, pero hay insatisfacción porque la mejora de lo macro que ostenta el gobierno de Alberto Fernández no se distribuye como debiera y el poder adquisitivo sigue en retroceso.

La gran mayoría de los intendentes de la provincia no quiere desdoblar la elección.

No sólo el oficialismo tiene que pensarse atendiendo al desencanto. Esa es una tarea a la que se debe sin dudas también la oposición, que ya defraudó y de forma deliberada en el cuaternio macrista.

Por lo demás, más allá de nombres y desencantos de la dinámica electoral, los discursos más o menos beligerantes, el tono y los silencios que preceden a los anuncios, la campaña electoral no es solamente de quienes ejercen la política, sino de quienes deben elegir.

También para aquellos que votan vale esto de que quien se enoja pierde. No es todo lo mismo. Hay proyectos que amplían derechos y otros que se van dejando cincuenta y cuatro puntos de inflación y endeudando a generaciones completas.

Por eso, el Gobierno de Alicia Kirchner no sólo tiene que enfrentarse las reglas del juego del sistema electoral que propuso con la Ley de Lemas y que la oposición juega mejor, aunque con dirigentes con un menor nivel de interpretación de las demandas de la gente, sino que debe también lidiar con el escepticismo sobre un Frente de Todos que, hasta acá, no cumplió con las expectativas.

Hoy, con la palabra cambio asociada a una tragedia colectiva, mostrar gestión traccionando de abajo hacia arriba (¿existe otra forma?) no suena mal. Pero esto es peronismo, falta que haya pelea y reconciliación.

Sara Delgado para La Opinión Austral

Por Infomix

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