En estos últimos días el gobierno provincial a través de sus funcionarios de Seguridad Vial han resaltado la penalización de los conductores alcoholizados, tras la adhesión al sistema de scoring, que personalmente creo es una medida acertada, teniendo en cuenta el nivel de permisividad existente sobre la conducción de vehículos por parte de irresponsables sin barreras inhibitorias producida por la ingesta de alcohol.
Sin embargo, para que esto sea realmente efectivo, igualitario y en beneficio de la sociedad, también debería penalizarse fuertemente la ingesta de droga y manejo, pero aparentemente, como es un discurso políticamente incorrecto, solo van contra el alcohol y no sobre los asesinos en potencia que salen a la calle habiendo consumido alucinógenos.
Mientras en nuestro país siga siendo “un atenuante” el consumo de drogas al conducir, sin que al Estado le importe la vida del prójimo, las lamentaciones son discursos de oportunidad, sin ningún sentido práctico ni impacto positivo en la sociedad que lo padece.
Lo que los funcionarios provinciales no señalan y los medios no rescatan convenientemente, son otros elementos (además de los conductores alcoholizados) que contribuyen a la falta de seguridad en las rutas.
En pocas líneas les podemos mencionar los siguientes: mal estado del asfalto, con pozos, crestas, huellones, ondulación, falta de marcación, banquinas descalzadas y todo tipo de trampas en las que caen vehículos grandes y pequeños, con mayor propensión a sufrir accidentes graves, los autos o vehículos menores.
El gobierno provincial es principal responsable por el mantenimiento de las rutas en Santa Cruz y co-responsables del mal estado de la ruta nacional Nº 3, porque es el mismo signo político el que gobierna desde hace tres años.
Mauricio Gómez, titular de Vialidad provincial, no es incluido en los discursos sobre la inseguridad vial, preservándolo de las críticas y ocultando su responsabilidad directa sobre el estado lamentable de las mismas, tanto asfaltadas como las de tierra que aún existen.
Las estrellas amarillas sigue apareciendo sobre, por ejemplo, la ruta nacional Nº 3 para indicar simbólicamente donde ha perdido la vida un automovilista y en muchos casos una familia completa. Pero nada pasa de allí. Pintar un recordatorio es actuar sobre un hecho consumado, nadie o pocos, tienen presente que en realidad se podría evitar pintar esos símbolos ¿Cómo?, con más educación vial, adecuando las medidas preventivas necesarias, controlando, haciendo mantenimiento y mejoramiento de la infraestructura y ejerciendo políticas proactivas y no solo discursivas, alrededor de un fenómeno que no es nuevo, pero nunca bien tratado.
Las autoridades gubernamentales que se rasgan las vestiduras enviando advertencias a la sociedad sobre la punición de faltas de tránsito, no abrieron ni abren la boca, no solo para denunciar el mal estado de las rutas que los autoinculpa, sino por ejemplo, para patalear porque los denominados “Postes de emergencia” al costado de la ruta nacional Nº 3, nunca funcionaron.
Ese recurso, tan útil para dar aviso en caso de emergencia, fue uno de los tantos actos de corrupción K, que las autoridades de tránsito han olvidado y los medios tampoco tienen presentes. Los ven, saben que son inertes, saben que detrás hubo un robo sistemático de fondos, aludiendo dar seguridad social en las rutas y nada de eso ocurrió. Sin embargo, los mismos que hablan de alcohol cero y pintan estrellas amarillas, tienen un blanco en la mente, que los muestra razonablemente cómplice de estos delitos, por omisión.
Es increíble que desde los sectores oficiales, en vez de tomar medidas concretas (cosa que nunca han hecho), se limiten a simplificar todo a un simple “El conductor debe ser responsable, bajar la velocidad y conducir con prudencia”. Esa es una verdad de Perogrullo, una obviedad, una advertencia que intenta disminuir la responsabilidad propia.
Quien argumenta eso, es alguien que desconoce su propia responsabilidad sobre el problema y además, desconoce cuál es el objetivo de la infraestructura vial en una provincia o país.
Las rutas son vectores de circulación rápida, lo cual no quiere decir que se deba ir a 180 kms/h; solo basta que un vehículo circule a 80 o 100 Kms, para que el cruce de un animal, genere una reacción inadecuada de un conductor o ante un inevitable choque, una familia sufra consecuencias que de alguna manera, podrían haberse evitado. La única respuesta (casi automática) es pintar las estrellas amarillas y sacar una escueta nota en los diarios locales, donde se describen las consecuencias, pero se omiten los detalles del cómo y el por qué de cada accidente.
Volvemos al concepto inicial: no basta con hablar, discursear o resaltar una medida puntual que, como el alcohol cero, puede ser buena y eficaz, pero no alcanza. No vale de nada correr con un tarro de pintura amarilla para marcar un lugar y advertirle a la sociedad que allí murió alguien quien se transforma automáticamente, por omisión, en sospechoso de haber cometido una imprudencia, antes de saber si el error fue humano, técnico o producto del mal estado del camino o los animales, lo cual implica la ausencia del Estado como mecanismo de control.
Ruben Lasagno para OPI Santa Cruz